Photography
Miquel Tres
Place
Mallorca, Spain
Al norte de la isla de Mallorca, por una senda sin asfaltar, entre olivos, almendros y algarrobos, se accede al pequeño hotel rural Cases de Son Barbassa, un paraje plagado de piedras antiguas y leyendas que se remontan a la prehistoria, cuando los primeros moradores erigieron aquí un santuario talayótico. Este típico conjunto de casas de labranza nació al abrigo de una torre de defensa construida en el siglo XVI con el fin de protegerse de las incursiones de los piratas berberiscos que por entonces azotaban el Mediterráneo.
La reconversión del hotel ha sabido fusionar su primigenia rusticidad con un sofisticado minimalismo que respeta los muros medievales y recurre a los materiales naturales, como el mármol y la madera. El predominio de colores suaves y cálidos puntualiza esta sensación de placidez, tanto en los espacios comunes como en las doce habitaciones, dotadas de amplias terrazas panorámicas por donde entra a raudales la luz límpida y vibrante del Mediterráneo. Para amueblar una de estas terrazas, con espectaculares vistas a las montañas de Artà, en las que las cicas, la lavanda y los olivos circundantes se integran difuminando los límites con el exterior, se escogieron un sofá y dos sillones pertenecientes a la colección de outdoor Nido, de Javier Pastor, en acero y cuerda. Como integrados aparecen también en uno de los espacios lounge al aire libre, las tres parejas de butacas Twins, de MUT Design, y los módulos Plump, de Studio expormim, rodeados por exuberantes aves del paraíso, helechos y ficus y bajo la mirada vigilante de aquellas que nunca se marcharon: las piedras con las que un día se levantó el ancestral poblado talayótico.
Photography
Miquel Tres
Place
Mallorca, Spain
Al norte de la isla de Mallorca, por una senda sin asfaltar, entre olivos, almendros y algarrobos, se accede al pequeño hotel rural Cases de Son Barbassa, un paraje plagado de piedras antiguas y leyendas que se remontan a la prehistoria, cuando los primeros moradores erigieron aquí un santuario talayótico. Este típico conjunto de casas de labranza nació al abrigo de una torre de defensa construida en el siglo XVI con el fin de protegerse de las incursiones de los piratas berberiscos que por entonces azotaban el Mediterráneo.
La reconversión del hotel ha sabido fusionar su primigenia rusticidad con un sofisticado minimalismo que respeta los muros medievales y recurre a los materiales naturales, como el mármol y la madera. El predominio de colores suaves y cálidos puntualiza esta sensación de placidez, tanto en los espacios comunes como en las doce habitaciones, dotadas de amplias terrazas panorámicas por donde entra a raudales la luz límpida y vibrante del Mediterráneo. Para amueblar una de estas terrazas, con espectaculares vistas a las montañas de Artà, en las que las cicas, la lavanda y los olivos circundantes se integran difuminando los límites con el exterior, se escogieron un sofá y dos sillones pertenecientes a la colección de outdoor Nido, de Javier Pastor, en acero y cuerda. Como integrados aparecen también en uno de los espacios lounge al aire libre, las tres parejas de butacas Twins, de MUT Design, y los módulos Plump, de Studio expormim, rodeados por exuberantes aves del paraíso, helechos y ficus y bajo la mirada vigilante de aquellas que nunca se marcharon: las piedras con las que un día se levantó el ancestral poblado talayótico.